Debate sobre el estado de qué nación
A primera vista se diría que hablan de ese remoto vestigio del pasado que algunos aún llaman nostálgicamente España. Tras oir el discurso del supuesto presidente, sin embargo, uno se da cuenta de que nada más lejos de la realidad. Cualquiera que se tragase la andanada de invenciones y mentiras que ZP ha arrojado hoy en el congreso pensaría que realmente se debatía acerca del jardín del Edén, un mundo perfecto en donde todos vivimos felices y todo es cojonudo como los espárragos aquellos.
Eso sí, para lograr el paraíso perfecto fue necesario expulsar de él previamente a los demonios que lo regían y esclavizaban a sus habitantes con mano de hierro. Y como siempre, se nos recuerda constantemente lo terribles que eran aquellos tiempos bajo el yugo de la extrema derecha y lo mucho que hemos mejorado etc, etc... La gente es de memoria frágil, ya se sabe, y si sufren lagunas es necesario ocupar esos huecos con unas pinceladas de fantasía e imaginación que total no hacen daño a nadie. Con todo, lo peor no es ver a ZP encantando serpientes frente a las cámaras y los micrófonos, qué va.
Lo peor es ver cómo el jefe de la oposición se pliega ante la deriva del gobierno en materias fundamentales para este país. ¿Cómo es posible que el Sr. Rajoy no haya dedicado en toda su intervención más de 3 minutos a hablar de la tregua trampa de ETA? ¿Cómo es posible que deje pasar este debate sin pedir que le expliquen (a él y de paso a todos los españoles) de una vez qué es lo que se está negociando con los terroristas desde hace meses y qué se les está prometiendo? ¿Acaso cree Rajoy que realmente el problema que más preocupa a la gente ahora mismo es el de la inmigración? Aún siendo muy jodido el panorama en materia de inmigración, millones de españoles estarían deseando que ese fuera su principal problema.
Aún me atrevo a decir que ni siquiera temas esenciales como la educación, la reforma laboral o el recorte permanente de libertades son la principal preocupación de España. Aunque solo sea porque para que algo preocupe en España, primero debe de existir España. Sin esto, ya solo habrá cosas que preocupen a los andaluces, a los asturianos o a los murcianos, pero no a los españoles. De nada sirve marear la perdíz sobre si el estatuto de Cataluña es malo o es peor, si olvidamos que este existe como parte de las contrapartidas que se están dando al terrorismo y al separatismo. Si ya el PP obvia que se está negociando la rendición del Estado de Derecho y la existencia misma de España como nación única, entonces quizás nos encontremos ya dentro de un proceso sin marcha atrás.
Aunque claro, no se de qué me extraño si tampoco se ha hablado de la detención ilegal de ciudadanos simplemente por estar afiliados al PP, ni de la última estrategia de laminación de la oposición que es esa campaña vergonzosa del PSC para el referendum catalán. En cualquier democracia mínimamente saludable, la oposición estaría día y noche exigiendo responsabilidades a semejante gobierno por todos y cada uno de estos asuntos, hasta aburrir. Pero no aquí. Aquí lo que se lleva es decir que el presidente es un poco torpe en el cumplimiento de sus funciones, y que a ver si mejora un poquito. Eso y quejarse por las artimañas para reducir los turnos de réplicas, parece que aún no se hayan enterado de como las gastan estos energúmenos de Moncloa.
Y mientras la oposición sigue avergonzándose de tener que defender lo que le exige media España -más allá de discursos tan brillantes como inocuos ante la opinión pública- el de la Alianza de Civilizaciones se crece. Ya no habla de su política gubernamental (si acaso es que existe), vuelve la vista a Irak, a las Azores o a Fraga en el año 78. Argumentos todos ellos de gran valía si se emplean ante una clase de párbulos pero carentes de utilidad aplicados a la estrategia política, a menos que se empleen contra el PP, en cuyo caso aseguran unos cuantos millones de votos en cualquier comicio.
Nada nuevo, para qué nos vamos a engañar. El PSOE nunca ha tenido un referente estratégico ni una base ideológica medianamente decente como para presentar una batalla seria en el campo de las ideas. Y además lo gracioso es que nunca le ha hecho falta. La izquierda se define por contraste con la derecha, por su odio ciego hacia ella. Es la paradoja de la pescadilla que se muerde la cola: la izquierda se aprovecha de los complejos de la derecha para marcarle el rumbo, y a su vez la derecha condiciona toda la acción de la izquierda por cuanto que esta se opone a todo lo que representa aquella. Qué país. Qué nación.